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lunes, 23 de julio de 2012

La Pequeña Mujer con Alma.

La Pequeña Mujer con Alma.
Sonaba una música de fondo, parecía violín, pero sonaba estridente, rasgado. Pero no perdía ese sentido acunador que tiene toda la música. Sí, los músicos clasistas dirían aquello de que ha destrozado la obra. Pero no, la interpretó a su manera, tormentosa, pero no dejaba de ser una portentosa forma de llamar al espectáculo. Además de no haber nada entre los gustos, no vamos a matar a los jazzistas por no entender su música, a los roqueros porque en las cafeterías pongan el volumen a unos niveles que rompan la armonía necesaria para conversar. Pues también hay cafeterías para todos los gustos y todos niveles de conversación. A los jóvenes les gusta más fuerte, les sirve para soltar adrenalina de la que segrega su cuerpo de una forma no entendible para los ya mayores, más relajados, pero en todas las facetas de la vida. Y no por ello menos gratificante. Cada cosa su cosa. Y el tiempo en todas.
Sonaba la música, para mí, música pop con toques de músicas clásicas revueltas, como en un salteado donde pones todo lo que te gusta, lo sazonas con las especies que toda la vida tu madre le ponía a los guisos y es imposible que no te guste.
Tal fue mi sorpresa cuando mi hija se me acerca, me hace inclinar la cabeza hasta llegar a poner sus pequeños labios muy cerca de mi oído y me dice, papi esa música me gusta. Cómo, esta música. Cual la que está sonando. Me dejó perplejo no porque me dijera su gusto por la música, sino porque siguió diciéndome. Papi pero no, toda la música sí, pero toda no quiero. Yo quiero tocar esa suavidad, esa fuerza, ese carraspeo, llevar esa sensibilidad que maneja aquel músico con tanta destreza. Pero te refieres a ese pequeño. Sí aquel de cuatro cuerdas, con forma de mujer pequeña y que el músico masajea con aquel arco de una forma tan especial. A veces le dice suave, sensible y otras le hace saltar, chillar, toser. Pero eso es un violín, es muy difícil de tocar.
A mí me gusta el violín, me repuso. Quiero tocar el violín o ningún otro instrumento. Tengo que sacarle ese sonido para disfrutar como lo hace ese músico. He cerrado los ojos como él y me siento flotar, viajar.
Esto ocurrió cuando apenas salía unos palmos del suelo, porque en su colegio un profesor del conservatorio había estado animando a los chicos a decantarse por la música en vez de tanto fútbol, no por malo sino porque ya lo hacen sin decírselo, pues algunos padres son muy aficionados. Les sirve para desfogarse, a falta de cura o psicólogo. A algún sitio tenemos que ir, repondrán.
Ella lo tenía tan claro, que me dijo vamos al conservatorio, quiero tomar a esa pequeña mujer con voz de sirena y aprender a masajearla para que me cante esas canciones tan bellas.
Al músico se le ve tal cara de felicidad, que yo he cerrado los ojos y casi he conseguido imaginarme haciéndolo.
Hoy me toca algunas obras que me deja anonadado. Y seguro que si el tiempo le diera para más le sacaría más melodías a esa mujer pequeña como ella la llama. Su mujer pequeña con alma de sirena. Me dice que dentro lleva un trocito que se llama alma, que curioso esto de la música verdad.
Yo para hacerla sonreír, que no me cuesta nada la verdad, pues es muy zalamera. Le digo sabes eres como ese cangrejo como se llama…
Ella me sonríe y me dice violinista, pero no toca tan bien como yo, cuando lo hago para ti…
(Humilde homenaje a Antonio en su 332 cumpleaños de su admiradora)

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