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jueves, 26 de julio de 2012

Mefistófeles.(Vii y Final.BIS).

Mefistófeles.(Vii y Final).Bis.
…El alarido de Fistofé heló el círculo donde forcejeaban arma en mano todos los presentes, su desgarrador grito, como un animal herido en sus momentos de expiración, paralizó la lucha. Todos desistieron de batallar y volvieron su mirada hacia el lugar donde estaba Fistofé, con el cuerpo de Belle entre sus manos. Manos chorreantes del fluido caliente brotado del dócil cuerpo de la más inocente de las criaturas.
En ese momento brotó una transformación en el rostro y en el cuerpo de Fistofé, se apoderó de su interior el espíritu de Mefistófeles. Se irguió con el cuerpo de Belle en brazos. Lo depositó sobre la larga mesa. Donde antes había prestado declaración la priora, donde después la condesa se desmoronó, y el juez tomó nota de todo ello. El bello cuerpo de Belle yacía dormido en aquella mesa, embelesando a todos los presentes. Excepto Mefistófeles cuya transformación resultaría fatal para todos.
Alzó la voz en un aullido bestial. Me recogisteis de un cesto en la puerta. Me criasteis en todas las leyes humanas y divinas, haciéndome creer que cuando obraba mal era porque el demonio se apoderaba de mí. Y cuando era el bien, nuestro señor tenía misericordia conmigo. Entre tanto y tanto, los peores ejemplos para mi educación eran ustedes. La madre Priora siempre anteponiendo la plata a todas las cosas, daba igual la procedencia. No ayudaba al necesitado, sino se arrimaba al árbol de mayor sombra, no fuera que el sol tostara su piel. Mira por donde tanto se protegió del sol, que la tez blanquecina acabó por ser su propia perdición cuando la sombra del árbol desapareció. Hoy quiere cortar el árbol.
Por su parte la condesa, ya tenía raíces profundas de maldad, pero claro era poderosa. Quien se iba a enfrentar a ella. El miedo es más poderoso que cualquier daño del poder. Nuestro peor enemigo somos nosotros, si no vencemos nuestro miedo.
La única Persona de los aquí presente, yace ahora, sobre una mesa. El corazón que vertía su maná sobre los desfavorecidos, sin pedir nada a cambio. Vertía su magia sobre los viles parásitos que son ustedes, su madre, su madre de confesión, sus teóricos ejemplos a seguir. Sin importarle recibir a cambio odio.
Ahora ya ce sin vida delante de nosotros. Sé que ella no lo querría así. Era tanta bondad, rebosante su corazón. Prefirió dar una nueva oportunidad a la asesina de su padre, único guía verdadero. Perdóname Belle, pero yo no soy como tú. Y no creo en la justicia de los hombres. Creo en la ley del acero. Diciendo esto. Enarboló la espada bastarda que había arrebatado a uno de los soldados.
Fueron unos golpes certeros, resueltos y con una maestría propia de quien se gana la vida en ello.
Las cabezas separadas de los torsos, cayeron en un santiamén al suelo, delante de los pies del juez. Los cuerpos decapitados de la priora y de la condesa se desplomaron una eternidad después.
El juez, salpicado de aquellos fluidos sanguinolentos, no daba crédito a sus ojos.
Mefistófeles fue despidiendo el espíritu, que lo poseyó por última vez para vengar la afrenta ejecutada sobre un inocente, como nos tiene más que advertido el destino. Dejó que los hombres del juez lo detuvieran sin oposición de cualquier tipo.
Fistofé desde aquel día no ha vuelto a ser Mefistófeles. Vive recluido en una celda del Monasterio del Bosque de Wheatfields. Por voluntad propia. Los jueces tras deliberación otorgaron un arresto de un año, para observar su conducta, después sería libre. No lo quiso, sólo hablaba en su reclusión con Sor Inés, encargada por parte del juez de reubicar y ayudar en sus necesidades a los Viunos del bosque. Desde entonces Fistofé sólo habla con ella, y con los niños viunos, pues son la estampa de la inocencia, dice.

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