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lunes, 30 de julio de 2012

Súbete a mi Tren.

Súbete a mi Tren.

Estaba cerca de un banco, donde tenía su macuto. La apariencia de espera, ojos expectantes, escrutadores, que poco a poco fueron tornando a desesperanza. El pelo recogido en un cinto de flores a juego con su color. Le daba ese toque coqueto, sin ser deslumbrante, sencillo. No se determinaba a abandonar la estación. No sé si por indecisión o por miedo a lo desconocido, al dolor a perder.

Mientras la miraba, a través de la ventanilla, desde mi asiento; me veía reflejada hacía unos años. Cuando partí de mi casa. Un último calentón con mis padres. Que después por suerte comprendimos fueron, simplemente, por protección. Ya quedó aquello en el baúl del olvido. Sin rencores, como no se guardan a los que se quieren. Meramente debemos aceptar, la partida por parte de padres, y los hijos, bueno es complicado cuando se actúa de hijo, en esos momentos otras cosas son prioritarias.

En el reflejo del cristal de la ventanilla, estaba mi cara reflejada. Parecía que me habló. Me tomé cierta libertad, de esas que a veces te cuesta un desaire como poco. No fue este el caso y hoy me alegro.

Me apresuré antes que el tren partiera. Corrí hacia ella. Cómo te llamas. Anbel, me respondió con media sonrisa, y tú. Yo soy Belle. Esperas a alguien. Se encogió de hombros, miró a su alrededor, y respondió, no. Pues vamos, el tren va a partir. Se dejó llevar por mi mano hasta mi compartimento. Bueno, yo no sé si debo, tengo billete de asiento. No te preocupes por eso, pagamos al revisor lo que falte y listo. No llevo plata para florituras. La diferencia no será tanta y a mí me sobran unas monedas.

No estaba para muchas protestas. Soltó su macuto en el suelo, se dejó caer sobre el asiento y quedó pensativa.

El tren tembló, ya no es como antes que rugía antes de marchar. Unas palabras de advertencia y allá vamos.

Se le notó la inquietud, la inseguridad de la partida. Le tomé la mano, se tranquilizó.

Pasado un rato llegó el revisor, le expliqué que era mi amiga, que habían coincidido y le pagué la diferencia. Ella dejó hacer. Cuando llevábamos un largo rato, me preguntó, por qué. Es muy fácil, hace diez años, tú en esa estación, era yo. Necesitaba una pequeña ayuda. No la tuve, y me hubiera gustado. Dejaba muchos problemas con mis padres. Tuve que tomar el tren, en la nebulosa de unas lágrimas. Hoy al verte me vi retratada, quise ser ese empujón que a mí me faltó.

Pero, y si te hubiera rechazado. Yo no te obligué a nada, tú me esperabas, le sonreí. Además, ¿dejas algo?. No, creo que no, fue una ilusión de una ilusa. Eso me pareció, le volví a sonreír. Vamos a ser buenas amigas. Este tren que hoy has tomado, es un tren de largo recorrido.

Bueno, yo no lo llamaría así, al fin y al cabo son apenas cuatrocientos kilómetros. Me reí, no éste no.

El tren de largo recorrido, es el de tu vida. A partir de hoy, es un nuevo viaje. Un nuevo destino.

Al llegar a la capital, le sobrevino la incertidumbre de nuevo. La tomé de la mano tranquilamente.

No te apures, te vienes a casa. Vivo sola. Bueno con misifú, mi gatiña. No hay prisa, espero que te sientas cómoda. Es tu casa mientras quieras. Desde entonces está aquí, conmigo. Se ríe cuando lee, este diario.

Pero es cuando yo la miro a los ojos almendrados, color del cielo y no me rio, no me rio. ¿Qué es un viaje?, sin amor. (AQUÍ CON The Dobbie Brothers).


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