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lunes, 6 de agosto de 2012

Un Descanso.Elucubrante.

Un Descanso.Elucubrante.
He parado para descansar. Me he sentado bajo un árbol que las raíces le sobresalen más de dos palmos del suelo. Muy alto, frondoso y un tronco tan grueso como para entrelazar las manos de más de cinco hombres. Complicada tarea, dado como está el cotarro en esta época. Cada día cuesta más juntar a varias personas en un mismo fin. Claro la mente rápida, ya replicó eso no es así. Sí, me refiero a juntarlas de una forma altruista real. De una forma desinteresada real. No vale eso de: pues yo no cobro nada, pues mi nombre no va en ningún sitio puesto. Bien pues a eso se le llama querer figurar, aunque no sea en la parte importante del contrato. Pero queremos ir aunque sea en la letra pequeña.
Pero y si dijéramos, vamos a juntarnos cinco o seis para simplemente entrelazar nuestras manos. Rodear este único testigo de nuestra hazaña. Este pedazo de centenario árbol, un ficus. Cuyas raíces externas nos muestra su paciencia, su saber observar, su ver pasar agresores hacia el patio del silencio. Si lo intentas sentir, como yo hago aquí, beneficiándome de su espléndida sombra, casi le oyes vivir. Si dejas tu mente flirtear, para que fluya la brisa, se te abren los poros y respiras por todo el cuerpo.
Además esto me ocurre en una época donde esta magnífica ciudad desprende el olor del azahar, tan fresco y tan penetrante, que resulta inverosímil que no fuera aquí donde el Gustavo se paraba a meditar. Hasta después de llevarme un rato escuchando el latir de las entrañas de este centenario testigo, de los dires y diretes, empiezo a pensar si fue mi mente quien propuso el juntar a varios altruistas para hacer el corro de recogimiento o fue en realidad un susurro del solitario ficus que pedía un abrazo sin más.
 Intento lograr que paseantes se me arrimen y les propongo la idea. Como si de una sugerencia del árbol fuera. Extrañados me miran, cara de loco no tiene, dicen. Pero tampoco debe estar muy cuerdo cuando con los árboles habla, reponen. Yo les sigo con la descripción de la idea. Simplemente nos juntamos ocho o nueve, caminantes tocados por el romanticismo del color especial de esta ciudad, que ya venían predispuestos a realizar cosas extrañas. No me digan que no es una ésta. Finalmente se nos unió algún autóctono, cordiales donde los haya.
La foto que no la hubo, pues era una de las condiciones, sólo puede quedar en el recuerdo de nuestras retinas. Nos entrelazamos las manos, me dio por decir cerrad los ojos, ahora que estamos todos unidos por nuestras manos y acerquémonos al árbol hasta tocarlo. No sé si alguien escuchó más. Pero entre risas y susurros, escuché una voz que recitaba:
Como en un libro abierto leo de tus pupilas en el fondo. ¿A qué fingir el labio risas que se desmienten con los ojos? ¡Llora! No te avergüences de confesar que me quisiste un poco. ¡Llora! Nadie nos mira. Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.
No sé quien de todos nosotros, dijo, gracias Gustavo.  Y rompimos en aplauso. Mi nombre es Bluesman, el Caminante. Sólo estaba de paso con mi fiel compañera, gracias a todos. Al unísono escuché, gracias a ti, caminante. Me sentí entre las aguas de la vida y la realidad.

En este enlace podéis pinchar si queréis seguir la publicación de los textos del libro SALPICADURAS .Ya tenéis el primer relato completo,pronto otro.UN DOLMEN EN UN TRIGAL. con las ilustraciones de José L. Martínez REBOTE.

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