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miércoles, 1 de agosto de 2012

Un Hombre Glorioso. ¡Ignaro!.

Un Hombre Glorioso. ¡Ignaro!.
Era pequeño y ya despuntaba, miraba hacia arriba siempre. Leyó que un hombre que se precie, nunca dejará de luchar por sus sueños. Sean los que sean. Estén donde estén. Había de formarse, para ser el mejor.
Todos le admiraban. Promete, será grande, escuchaba a los mayores. Después, tiene talento, es asombroso, tenemos aquí al próximo líder, decían al verle pasar.
El momento era el boom de las nuevas tecnologías. Fue orientado hacia allí. Los profesores, los padres aconsejados por éstos, y tantos orientadores. Tenemos al nuevo gurú de las ciencias. Conseguirá lo que quiera.
Decía que sabía que iba a ser grande. Que sabía lo que quería. Se le llenó los ojos de grandeza. De plata. De poder. De lujos. Pero olvidó lo más importante, su fiel compañera. Ella no le decía lo que los demás. No le halagaba todo el rato. Sólo se encargaba de recordarle la velocidad, las maneras. Sólo le recordaba los errores, los aciertos, muchos más que errores tenía grandes cantidades de personajes alrededor, para mimarlo. Todos haciéndole la bola. Pero ella, nunca decía nada. Cuando decía algo, era para recriminarle las pocas veces que erraba. Y cuando hablaba mucho, era peor, le recordaba el olvido acumulado hacia sus cimientos.
Llegó el día de hacer cuentas y comprobó. Era poderoso. Era rico, muy, muy rico. Estaba rodeado de lujos. Los grandes personajes se codeaban para estar con él. Qué más podía pedir. Había conseguido lograr sus sueños.
Entonces apareció ella, su fiel compañera. El sol estaba alto e hizo que ella apareciera lentamente. Él la tenía olvidada, en cambio ella era fiel, paciente. Sabía que la volvería a necesitar. La vio, la miró. Qué haces tú aquí. Hacía meses que no te veía. Dónde has estado. Ella como siempre no le contestó, él lo hacía por ella. Estabas agazapada esperando el momento para aparecer, seguro para recriminar algo. Sonrió, lo tengo todo.
Ella iba alargando su silueta inversamente a la caída del sol. Me echas en cara, el no haberla llamado. Es ella la que tenía que haber venido. Yo soy el que lo tengo todo. No me escuchas como antes. Creyó ver la silueta alargada marcharse. El sol iba desapareciendo en su ocaso. Al verse solo. Rodeado de nada, de nadie. Pensó en ella. Sólo soy un ignoro. No he aprendido nada. He materializado unos deseos. Tengo todo lo que no deseo. Pero soy pobre. Lo cambiaría todo por escuchar la voz de ella decirme, te amo.
Arrojé hielo sobre mi corazón, lo escondí tras las conquistas de cosas sin importancia. No eché cuenta de los consejos de mi fiel compañera. Hasta ella me abandona. Le he vuelto la espalda a mi alma.
Lloró como saben hacerlo los hombres de corazón noble. Lloró en la oscuridad para redimir sus olvidos.
Pasó la noche esperando. Al fin el sol apareció en el horizonte. Y como él sabía, porque eso sí lo sabía, su fiel compañera reapareció. Para escucharle, para oírle decir.
Tengo que ir a pedirle perdón, por mi olvido. Qué es mi vida sin la sensibilidad de su corazón a mi lado.
Su fiel compañera, le escuchó, sonrieron. Y se marchó detrás de él, pisándole los talones. Sígueme querida Sombra mientras me acerco a decirle, que la quiero.
Quién soy yo sin ella. Un triste ignoro solitario. Olina.


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