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jueves, 31 de enero de 2013

Vuelves…? Nunca te fuiste, Lo sé.


Vuelves…? Nunca te fuiste, Lo sé.
Los juncos vadeados por la brisa marina, junto a aquel mar. Síntomas inequívocos de la belleza del amanecer. Pliegan sus inhiestos cuerpos cuan flexible pleitesía, se postran a tu llegada, órdenes mías son. Ante ti, siempre. El que nunca se fue.
Carreras y bares, letras y chinas, amores y odios, trenes y triciclos, barcos y discoverys, explotan en el cielo, arrogantes sin comprender tu ausencia, reclaman al ignominioso enfrentamiento del Sí, pues hemos de surcar mares, galeones y miles de trincheras quemadas tras el bosque protector, para comprender que el portador es omnipresente, está cuando es invisible, está cuando no se siente, en la distancia y los vericuetos nos devuelven. Botella preñada de mensajes hacia un incierto receptor que la tomará y adecuada pose le infringirá.
Vals a medianoche, resaltos de calabazas, importancias donde no las hay, ratones que se vuelven en potros alados cuando no son necesarios. Alarido rompiente en la oscura tiniebla del olvido, acaecido en tu interior, desechas las espinas.
El pelo se arremolina sobre tu rostro y me recuerda el paseo entre juncos, las gotas de mar me recuerdan aquellas otras salitrosas que rasgaron tu tersa piel. Las negras marcas de tu maquillaje resbaladizo recuerdan tu angosto pesar, y rememoran la ciénaga del relegado transcurrir, tras una señal.
Un día la línea roja recorre el poniente y te inspira la reparación del portador de la Amistad. Y comprendes, no hay camino, no hay lodos que te puedan parar, arremetes contra el viento y la marea, doblegas las velas, rompes las alas de ángeles cíngaros e hipnotizadores durante lustros de la caída vertiginosa.
Tiendes tus brazos y repletos de su recogimiento los sientes, emulsiones reencontradas, destrezas reconocidas y grandezas guardadas en arcones arcaicos, miles de años luz distantes.
Nuca se fue, siempre estuvo cerca, mas no consideró arrimarse pues te vio sobrado, te dice. Olvidemos, le contestas. No hemos de dejar pasar dificultad a quienes queremos, ni un instante siquiera, quien piense que la sangre, enseña las letras, que aprenda a vivir pues si no morirá sin morir.
Exculpemos nuestros daños, culpemos a nuestros dueños, que los pasos son largos en este camino tan corto, y lo andado no se puede desandar.
Por ello, comprendí, que nunca te fuiste portador.

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